Una mujer que siendo joven tiene la reflexión de una anciana, y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud. Una mujer que, si es ignorante, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio y si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños.
Una mujer que, si es pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y si es rica, daría con gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud. Una mujer que mientras vive no la sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de muerta daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar un solo acento de sus labios...
De esa mujer no me exijáis el nombre si no queréis que empape de lágrimas vuestro álbum. Porque ya la vi pasar en mi camino. Cuando crezcan vuestros hijos, leedles esta página, y ellos ,cubriendo de besos vuestra frente, os dirán que un humilde viajero, en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí, para vosotros y para ellos, un boceto del retrato de su madre.
Ramón Angel Jara. Obispo Chile.
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